"Cuando tus días tengan el mismo roll pero sin rock, aún así serás ."

sábado, 26 de marzo de 2011

Cómeme

Comiendo helado. Otra vez. Daba mi cuerpo y mi alma por que me besaras de nuevo.  Y lo sabes. Escucho de fondo esa canción que nunca te dije pero que siempre me recordó a ti, y la canto, desafinando, como si el mundo se acabara. Yo se que no sabes cual es, y nunca te lo voy a decir. También se que te mueres de ganas de volver a verme tan desnuda y tan indefensa enfrente de ti, pero jamás lo vamos a repetir. Tócame, bésame. Acaríciame. Lo pienso una y otra vez, pero no te dejas. Ojala. Búscame. Erízame. No me quieras. No lo quiero. El sol se empieza a esconder, la música suena, y yo… y yo… y yo…Sólo me acuerdo de usted.
 

martes, 8 de marzo de 2011

Escupir(te)

Miré a un lado y a otro. Nadie miraba. Escupí al suelo. Por muy poco femenino que parezca, en ese momento me apeteció escupir, y lo hice. No me encontraba bien ese día, tenía el estomago revuelto y dolor de cabeza. Me encontraba mal, y me pasé todo el día cabreada, sin motivo alguno. Miré el reloj. Tarde. Mochila en mano,  pies volando, caminé Montera abajo hasta Sol. Y entre el bullicio de la gente me deshice entre sudores ajenos y gitanos vendiendo lotería. Madrid estaba lleno de turistas en navidad. Bajé las escaleras corriendo, llegaba tarde a-lo-que-tu-ya-sabes, y aunque te dije que no iba a presentarme, que no quería verte más la cara, y que te odiaba profundamente, me había puesto mis mejores vaqueros y una camiseta con escote para que se te quedara cara de bobo cuando me vieras. En el fondo, y no tan fondo soy imbécil. Me repetía una y otra vez, bajando todavía más escaleras de tres en tres… Tenía ganas de escupirte en la cara. Enserio, aunque me gustaras con todo mi ser, aunque siempre revolotearas mi cabeza, y siempre me acordara de momentos que habíamos pasado juntos. Cada vez que te veía en fotos, por la calle, incluso cada vez que te imaginaba me daban ganas de darte una paliza, de chillarte barbaridades y pedirte explicaciones. De decirte que conmigo no se juega, de decirte que te fueras ya de mi vida y que te largaras con esa furcia barata de piernas delgadas por la que me dejaste. Aunque la mitad de esas cosas fueran mentira, me encantaría decírtelas una y otra vez. Tatuártelas en la mente. Y más ganas me daban de escupirme a mí. En realidad, no sabía has donde podía llegar el límite de mi estupidez por ti, persona boba y sin cerebro que me tenía loca por un par de magreos y cuatro conversaciones interesantes. El metro no llegaba, y yo cada vez estaba más y más cabreada. No iba a ir. ¡NO! No iba a ir a tomarme aquel café contigo, ni a hablar, ni a que me engatusaras, ni a que me besaras, ni a que me besaras otra y otra vez… ni a que me convencieras para subir a tu casa, ni a fumar maría contigo escuchando a Sabina, ni a follar en la encimera de tu cocina. NO. Se había acabado. Con las mismas, subí de nuevo las escaleras del metro. Y en medio de Sol escupí de nuevo. 

domingo, 6 de marzo de 2011

No te voy a decir que canción suena.


Clinc, clinc , otra vuelta al café. Hablo de política y de Dios, con Gonzalo. Tu no lo conoces. Clinc clinc, otra vuelta. Estoy en la cafetería que hay enfrente de tu casa, esa tan bonita, donde la luz es muy suave, los techos muy altos, las sillas muy incómodas y el café tan caro. Me quedo absorta mirando los ojos de Gonzalo, de color verde suave… Siempre le miro a los ojos cuando me habla, porque me hipnotiza. Como ya sabes mis cafés son larguísimos, hablo muchísimo y bebo poco café, porque lo odio. Pero hoy necesito despertar, ha sido un día duro. De repente, suena esa canción. Y empiezo a cantarla con mi corazón. Me da un sobresalto, y me dice que esa canción le suena demasiado, y que yo también sé que me suena a ti. Que la escuchábamos por las tardes en tu casa, tumbados en tu cama, y mirándonos. O follándonos hasta el alma. De repente Gonzalo mueve los labios sin parar, y yo no le escucho, solo estamos mi café, la canción y yo en el local. Mi corazón se acelera, y te juro que sentí como el estomago me dio un vuelco. Hacía mucho tiempo que no recordaba cómo me mirabas cuando me cantabas esa canción al oído, mientras jugábamos a nuestro juego...  Clinc, clinc, vuelta al café y un sorbo. Gonzalo sigue hablando, y yo me acuerdo de ti. De tus ojos, de tus brazos, de tu espalda. De tu pelo y de tu risa… La canción está a punto de acabar, gracias a Dios, es una sensación muy rara removerte de nuevo, de verte ahí tan presente, yo que pensaba que estabas tan pasado. Gonzalo vuelve a sonar, yo me rio por que ha contado un chiste malo de política. Otra vuelta al café. Y de un sorbo me bebo tu recuerdo. 

miércoles, 2 de marzo de 2011

Tu nevera me mira.


Me aburro. Estoy tumbada en el sofá, desesperada. La televisión no funciona, y no tienes libros que ojear. Despunta el sol por vete tu a saber donde. Están todas las ventanas abiertas, el calor es húmedo y estoy sudando. Todavía me da vergüenza que me veas tan desnuda, así que he cogido tu camisa y me la he puesto por encima, por si te despiertas y me ves… La nevera me mira desafiante, pero no es hora de atacarla. Estas tan dormido y yo tan aburrida que me paseo por toda la casa sin saber que hacer… me apetece fumar. Así que voy a tu bolsillo del pantalón y te pillo un cigarrillo. Me asomo a la ventana, me enciendo el pitillo, y también yo. Verte dormir desnudo me encanta, me estremece, me electrifica. Me dan ganas de llegar a la cama y besarte la oreja, de besarte entero. De despertarte y encenderte tanto como me enciendes tú a mí. Pero te conozco, y es mejor no despertar a la bestia. Así que sigo deambulando, pensando en como será cuando te despiertes, si va a cambiar algo, o todo volverá a la normalidad. No puedo resistirme, me termino el cigarro y me voy de puntillas a tu habitación. Tú no te enteras, como te vas a enterar, si estás medio muerto ocupando la cama entera y respirando muy fuerte… Me tumbo a tu lado y te acaricio, muy suave como te gusta. Paseo tu cuerpo entero con delicadeza, para no despertarte...Estoy empezando a temblar, el calor se vuelve frío, y me dan ganas de acurrucarme a tu lado. Sigues durmiendo, y mis carantoñas se están acabando. Me doy cuenta de que no, que no es lógico lo que ha pasado, que no pinto nada a tu lado. Eres demasiado frío, perverso e imbécil como para estar esperando algo de ti. Te miro, me acuerdo de que hace una hora estábamos tumbados en esta misma cama, de un lado para otro jugando a ser pecado. Me quito tu camisa y me pongo mis bragas. De hecho me visto entera. Es hora de irse. Sigo con hambre. Tu nevera me mira, y yo la ataco. 

martes, 1 de marzo de 2011

Me fumo un cigarro y me cago en tu vida.


Rebusco en el bolso la última piruleta de la tarde. Después de esta me juro y perjuro que jamás volveré a comprar chucherías. Engordan y me salen caries. Pero ahora la necesito, es una piruleta o un pitillo. Me decido por la piruleta por que me deja mejor aliento. Y sigo caminando sin rumbo, sin ganas, sin darme cuenta de nada. Solo llevo los cascos puestos y mi música de fondo. Me doy asco, cada día que pasa me parezco más a las niñas emo-indie-pijas con sangre de arcoiris y melancolía, llorando todo el día por las esquinas… Y sigo caminando. No hago más que pensar en ti, cualquier cosa, ahí estas tú. Estoy cabreada, no me gusta que invadas mi espacio, te lo dije desde el primer momento, mi cabeza y mi corazón son míos. No tuyos. No entres que no te voy a dar permiso. Y así de repente, cuando tu tenías hecha la idea, y cuando yo pensaba que no iba a suceder nada… apareces barriendo mis pensamientos, instalándote todo el día en forma de un runrún muy molesto que no me deja vivir tranquila. Sigo comiéndome mi piruleta, con cara de cabreo, con cara de amargada. Miro mi móvil cada 10 segundos, esperando tu llamada. Esto no puede seguir así, me repito una y otra vez. Me paro en seco, miro para un lado, para otro. ¡JODER! Me he vuelto a perder... la enésima vez que me pasa esta semana, si es que no estoy donde tengo que estar… Me quito los cascos, sin embargo tengo esa cancioncilla en la cabeza, esa que escuchaba mientras nos besábamos no me acuerdo que vez. La única solución que tiene esto es echar andar, y salir por algún sitio. La piruleta esta apunto de acabarse, y la muerdo con fuerza para sentir como se rompe, como si fuera una experta en morder corazones de azúcar. Mientras me sigo orientando, sigo pensando. Termina la canción, y me encuentro delante de una tienda de chucherías. Señal divina. Me compro la penúltima piruleta del día. Me fumo un cigarro y me cago en tu vida.